22 nov 2010

A MICHEL

Por: Camilo Londoño Hernández



El día, la fecha, el momento no importa. Queda la sensación, la ensoñación.

Uno baja cinco pisos y ya está en el domingo, con un sol insospechado para noviembre en París, con muchísimas ganas de andar por ahí, de ver cosas, de sacar fotos (porque éramos fotógrafos, soy fotógrafo)”.
Las babas del diablo, Julio Cortázar.


Vení, vení lento, a pedacitos, con los pies juntitos. Después de meter tu ojo en mi garganta, de sentirme la nuca, de tocarme los nudillos de la cabeza,  vení, vení y hablemos. Tocame por acá, por debajito, donde te sienta, donde me duela, donde sepa que son tus uñas las que rasgan la tierra muerta de mi pasado, de mi cansancio. Tómame la mano como si fuera un perro sin amo, una puta sin matrona o un drogadicto sin jíbaro. No me soltés tan pronto, quedate un rato más que quiero conversar contigo.
Me sudan los sexos que guardo en este pecho de anciano, en esta mirada perdida, en esta pregunta en espera. Ahora que tu delirio busca las mismas pasiones que yo, quedate, una y otra vez quedate; no preguntes por la hora, no mires más esa señora.
Quedate a jugar con los perros, a pasear los gatos, quedate a morderme los huesos.
Quedate toda la noche, mientras voltea la luna al otro lado del universo, quedate en silencio para que te sienta muerto, para que respire tus miedos, para que me hagas un retrato desnudo mientras el señor de sombrero bajito lee el periódico en ese automóvil de allá.
Quedate, mirame, pegame; sentime el olor de cansancio que llevo en este talego. Preguntame por mi tía, que hace mucho no escucho ese vientecito tibio entre las cejas.
¿Qué hay con vos? ¿Qué te ha pasado? ¿Todavía tenés esa camarita que te di un día cualquiera cuando pensé que te gustaba lo mismo que a mí? ¿Qué nube has detenido en el tiempo? ¿Te acordás de aquella historia del muchacho, la puta y su patrón? ¿Te acordás del delirio que tuve hace poquito por mirar tus cartas? No lo olvidas, ¿cierto? No lo olvidas.
Contámela otra vez. ¿Cómo empezaba? Bajabas por unas escaleras, te encontrabas una pareja y después... ¿Cómo era la cosa?
¡Ahí, ahí! ¡Tocame ahí, que hace falta el dolor en mis angustias! Un poco de cariño para este hueco, para esta pregunta; pasame la mano por debajito, a pedacitos, con los pies juntitos, con los nudillos, entre la cejas. Traete la voz de la tía, las arepas de…¿Cómo se llamaba?
¡No importa! Vení de todas formas, vení que tengo tiempo de escucharte. Me dan unas ganas de que usés esos ojos y los pongás aquí durante un par de segundos. Traete la camarita, la foto también y contame la historia de nuevo.
Vení, vení mañana que tengo un ratico para hablar y sentir.


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