10 ene 2012

LA TEJEDORA

Por: Camilo Londoño Hernández 



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Esa mañana Penélope se levantó cansada de sus hilos, sus agujas y de su fino e infinito mantel que había bordado en hilillos de seda durante veinte años, miró por la ventana que le daba el panorama de aquella cuidad anhelada, vio que Ítaca se encontraba cansada y olvidada,  y pensó:
-Ya estoy desgastada, mis pretendientes se han ido e Ítaca ya no es igual, Telémaco pronto se marchará a la guerra igual que su padre y yo quedaré sola, aquí, tejiendo una manta que la noche me obliga a destejer. ¡Qué desdichada soy!, debería tejer a los hombres en la Tierra para a ver si algún día hago algo que se complete.
Entonces Penélope escuchó las voces que traía el viento de la noche:
 “¡Hermosa, delicada y fiel esposa, baja, acércate que tu amado Ulises ha vencido en la Guerra y ha traído esperanza a los hijos de Ítaca!”
Antes de ir a recibir a su marido, Penélope tomó sus hilos, sus agujas y su fino e infinito mantel, bordado en hilillos de seda,  y se puso a tejer.