Por: Camila Suárez
Octavio Paz (1946)
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¿Dónde estás, Octavio? Me parece que he visto tu sombra profanar este espacio, me pareció haber visto tus labios ardiendo. He leído en ellos “no voy a volver nunca”. Me parece que vi la gran bóveda en la noche y en ella tu espalda tatuada de astros. He visto el arroyo y el campo abierto, en el agua he visto correr los muebles de tu casa, tus cenizas livianas he visto irse con el viento. Y no renaces del fuego, nunca fuiste ave. Mis ojos arden por mirar al sol de frente, hoy me pareció verte en el sol y en la levedad de las nubes deshaciéndose sobre mi cabeza.
Aún no sé dónde estás, Octavio. Me dijiste que te encontraría en cada roca del río. Pero heme aquí sentada ¿y tú? por ningún lado. Me ha parecido que te veo, pero no estás. ¿Que no puede uno bañarse en el mismo río dos veces?
Pues heme aquí: me corre el agua encima.
Aquí estoy yo: inamovible y esperándote.