7 jun 2011

SANDRAS NO MUEREN TODOS LOS DÍAS

Por: Laura Montoya Carvajal 

Una mujer de cabello negro y largo, de cara  sencilla y sonriente cuando saluda, que hace pensar en su cortesía posible, pero cuando se sienta (en el bus) se cierra por completo, una expresión medio adusta, medio suficiente, sus ojos amables ya parecen secos. Está vestida con uniforme de secretaria o un lugar parecido en una empresa, y aparte de su cabello recogido no hay más arreglo, uñas limpias sin pintar, no hay collar, no hay manillas. Un hombre de camisa azul se sienta y la saluda: ella sonríe y voltea de inmediato, con cara de “me duele, no me toque”. Baja los ojos.


SANDRAS NO MUEREN TODOS LOS DÍAS

Por: Natalia Calderón Ruiz 






- ¿Acaso me estás persiguiendo? Le preguntó Sandra tan seca como pudo, templando su voz temblorosa de miedo.
- ¿Persiguiendo?, no. Simplemente siguiéndote, no exageres. Y en su cara se dibujó una sonrisa burlona, casi malévola.
Hacía dos semanas que Sandra había roto con Leandro, el amor que sentía hace un año por aquel hombre alto, de voz radial y ojos danzantes, se había convertido en polvo. Ahora, su altura la intimidaba, su voz parecía venir de ultratumba, y esos ojos danzantes, sólo revelaban para ella un pobre pervertido, con delirios de persecución.
De repente, Leandro deslizó su mano izquierda hasta el cuello de de la mujer a su lado, su Sandra. Y empezó a estrangularla con delicadeza, como si de una caricia se tratara, y como tal fue percibida por los demás pasajeros.
Entonces, mientras el bus ahumaba la ciudad, mientras las raídas llantas se estropeaban con los charcos de la lluvia del día anterior, y así, y así y así, él la mataba.
- ¡AUXILIO, esta mujer se muere!- Gritaba Leandro con desespero, había estudiado teatro cuatro años en la Academia de Artes más ilustre de Holanda. – ¡AYÚDENLA, AYÚDENLA, no sé qué le ha pasado, pero ha dejado de respirar!
La piel de Sandra había adquirido una increíble tonalidad púrpura; su voz, ahora sin aliento, ya nunca más pudo frenar la farsa del infame, nadie sabría tampoco, que ella era un personaje más.
Y entonces, cerró los ojos. Todo estaba hecho, ella fue su gran final, su gran final.

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