4 oct 2010

EL BAR DEL DESAMOR

Por: María Isabel Gaviria 



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“Los amantes de las lunáticas noches, construyen el silencio con palabras entrecortadas, con la bohemia de los inconstantes placeres, con los besos dados al aire y las pupilas dilatadas en medio de las miradas confusas, esas que tienen el poder de decirlo todo y nada, un medio susurro entre los dientes, una flor en la mano y una sonrisa tímida que oculta su verdadero significado, cada intento por reconocer la verdad se convierte en la odisea lujuriosa del breve comienzo de los deseos sin cumplir y las caricias que de antemano se transforman en el juego de una fortuna inconclusa e impredecible. Los amantes de las lunáticas noches, danzan y hacen el amor al compás de las notas de un chelo y un bandoneón, que sin querer se tornan armoniosos entre las bellas notas interpretadas por una melodía impregnada de deseo… y bajo el ardor de una llama roja, se consideran los poetas de la noche, poetas del más arduo camino, del desamor…” BIENVENIDOS.


_Bella descripción para las puertas de un bar de mala muerte¬_, sobre todo cuando se engalana en las noches de tango y lentejuelas, de tabaco y mate, de penuria y pasos seductores entre dos cuerpos entrenados arduamente para el espectáculo de cada noche, las paredes pintadas de un rojo llamativo, congregan a los espectadores que aspiran pasar las noches entre ánimo porteño, compartiendo los sentimientos que se vuelven colectivos, entre trago y canción, entre danza, sufrimiento y dolor.

Las bailarinas del bar “la pampa” se acicalan desde el atardecer hasta las horas de salir a cantar y bailar, entre humo, risas, maquillaje y mucho alcohol, le brindan el corazón a los excesos y su sangre al ritmo de la orquesta, al piano y a las cuerdas que lloran en el transcurso de la noche; sus bocas siempre rojas manchan las pieles de los amantes que son sus compañeros de baile; entre paso y paso la seducción se hace dueña del lugar, las luces se apagan convirtiendo a la oscuridad en la propietaria del espacio de tal manera que desde el tacto, el baile se perpetúe desde su máxima expresión.

Es más fácil amarse desde lejos cuando se tiene en el alma una pena, es necesaria la distancia cuando se ancla el sentimiento a la tierra y no se le permite volar, es obligatorio darse un beso y decir adiós mientras se tararea un tango sin mirar atrás, sin volver al recuerdo para que la nostalgia no invada el cuerpo y se pueda recurrir al mate, a un tabaco y a un bandoneón. ¡Qué la noche perdure entre la música y se puedan ahogar el corazón entre las copas y que la luna sea la eterna compañera, fiel a las quejas y los pesares! Una vez dicho el pregón de la noche se puede seguir con las actividades que cada quien ha decidido practicar, y las canciones no terminan, los asistentes no se van…

Es el bar de lo eterno, de lo inmutable, aquel que deja la sensación de un tranquilizador efecto, de un infame recuerdo, ese que cierra y abre las puertas, que asesina y reemplaza sentimientos, carcome el corazón y aniquila las melodías; es el bar en donde todos han entrado y actuado a través de la sensualidad de las canciones interrumpidas por el llanto; sin querer se ha muerto la razón y ha sobrevivido lo absurdo, se ha elegido la locura para caminar de la mano y se ha respirado por última vez, desde el exilio obligado…sin duda alguna ese es el bar del desamor.


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