13 abr 2011

LAS VÍRGENES NO COMEN MANZANAS

Por: Camilo Londoño Hernández


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Los labios carnoseaban entre el jugo de la fruta y la saliva expulsada por su lengua. ¿Qué esperan tres mujeres sentadas en una acera?
-¿Qué quieres pertenecer a nuestro club?-ella la tocaba mientras le preguntaba, mientras le miraba en los ojos las ganas de de morder.
-Sí-tímida, sentida, acorralada.
-Y… ¿tienes lo necesario?
-Eh…
-Tacones
-Sí.
-Pantimedias.
-Sí.
-Ligueros.
-Sí.
-Calzones.
-Sí.
-Vestido con estampado de flores y cuello colegial.
-Sí.
-Listón.
-Sí.
-Pintalabios.
-Sí.
-Manzanas.
-¿Manzanas?
-Sí, manzanas. Manzanas para morder, para lamer, saborear, carnosear. Manzanas para entretener el mundo mientras se espera en la calle.

Samantha, que hasta ahora no paraba de observar los dientes clavados en las frutas de las mujeres que tenía en frente, y quienes mordisqueaban, cada una, una manzana; se maldecía por su falta de oportunismo. Era un dolor no haber logrado la respuesta correcta, no poder tener el objeto de la perfección que le permitiera ser una chica con una manzana en la mano, entre los guantes de seda y la lengua roja.
-¡Putas!-les gritó.
-¡Putas, manzaneras, carnosas, putas de la calle! ¡Lolitas penetradoras de los deseos, corruptoras de la perfección!
Samantha corrió. Llegó a su casa, desempacó el bolso donde tenía los tacones, las pantimedias, los ligueros, los calzones, el vestido, el listón y el pintalabios.
-¡Manzanas!, ¡manzanas y putas!, ¡putas manzanas!-Samantha repetía cada palabra para llenar con objetos sus frustraciones.
-Tacones, pantimedias, ligueros, calzones, vestidos, listón, pintalabios… - Samantha volvió a organizar su cartera -… ¡Manzanas! – tomó las dos frutas rojas que tenía en la repisa, una la guardó junto con el resto de las cosas y la otra la tomó entre las manos.
Samantha detallaba la manzana buscando alguna imperfección, se agarró la falda y frotó la fruta contra la tela floreada, le dio un mordisco a la manzana y fue bajando hasta abrir las piernas e introducir la fruta en su vientre, la sangre chorreó entre sus muslos mientras ella se saboreaba la lengua. 


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