4 abr 2014

SOBRE CÓMO NOS DESMIEMBRA LA VIDA

Por: Daniel Bustamante.
Serie: Epístolas

Amigo, seguramente has extrañado que te abracen por detrás, que te sorprendan con un detalle que ni tú mismo hubieses pensado en darte. Todos extrañamos algo, parecemos hechos para el recuerdo. Somos los editores de nuestras vidas y probablemente hayas eliminado algo con el propósito de mantener una narrativa acorde a lo que querías recordar. Estoy en lo cierto, ¿no?

Existe en el portugués una palabra hermosa e irreductible, que evade constantemente todo intento de interpretación y traducción: saudade. Dicen que es un estado superior a la nostalgia (tristeza melancólica originada por el recuerdo de una dicha perdida) o más fuerte que la melancolía (tristeza vaga, profunda, sosegada y permanente, nacida de causas físicas o morales, que hace que no encuentre quien la padece gusto ni diversión en nada). Ni siquiera el ardor de una llama en una noche fría logra producir contento en un hombre aprisionado por el recuerdo. Antes de que puedas dudar de tus recuerdos, ellos comenzarán a dudar de ti.

Ni yo mismo sabría decirte qué es saudade, para mi resulta infructífero (y devastador) definir esa palabra. Razón hay que darle a Platón cuando en su diálogo El Crátilo  dijo que la imposición de nombres no corresponde a un acto banal o superfluo de quien nombra, sino que es un intento de capturar la esencia y fijar en cada letra y sílaba la forma de la cosa. Es lo musical que nos atrapa cuando se escucha por primera vez la palabra. El ver como la boca se abre ampliamente con la primera sílaba –sau-, luego da paso a la segunda –da- que con menor fuerza, obliga a que la lengua golpee el paladar, para que todo culmine con un –de- bastante tenue que parece desvanecerse con el aire exhalado.

No puedo decir qué es, pero sí a qué se parece. Dicen aquellos que perdieron un miembro que en algún momento posterior a la amputación han sentido que un relámpago les recorre los nervios haciéndoles sentir como si aún tuvieran esa extremidad del cuerpo. Es un dolor fuerte, agudo que tiene por nombre miembro fantasma. Se piensa que es porque el cerebro aún cree que esta parte existe y le sigue enviando órdenes. Parece que por momentos el cerebro olvida que el tercero ya no está.

Para hablar de saudade también hace falta mencionar  otra expresión que está íntimamente relacionada: dor de cotovelo. Se le llama así al dolor que siente una persona cuando pasa largo tiempo con su rostro apoyado en el codo, en una superficie generalmente dura, con la mirada perdida, ni si quiera mira, solo tiene los ojos abiertos y la realidad se sucede como una ráfaga de imágenes que le dejan atolondrado. No se siente parte de la vida, todo alrededor es una ruleta y el individuo es un punto fijo en la mitad. El dolor de codo implica una postura que va hacia el recuerdo. Es un intento desesperado por regresar en el tiempo al estado que tanto se desea.

Se puede asemejar de igual manera al estremecimiento de los sentidos al sentir algo que les resulta familiar. Un aroma, una superficie antes tocada, un detalle que capta la atención de los ojos (siempre tan esquivos). Todas esas sensaciones nos remiten a un fragmento del mosaico de nuestras vidas que es resaltado en ese momento.

Amigo, seguramente fallé en el propósito de decir qué es saudade. Sólo puedo dar vueltas alrededor pretendiendo llegar a un punto invisible. No puedo decir a qué palabra se parece en mi idioma o en cualquier otro. Sin embargo, es algo como el amor o el odio que todos en algún momento hemos sentido. Es tan humano como el conmoverse por ver que el sol se escapa en medio del horizonte o las ansías por caer en un pecho que nos dé protección y regocijo una noche o las ansías de vernos reflejados en el ojo del otro. Todos añoramos noche y día algo que se ha perdido en la intersección del pasado con el futuro.
Tenho saudade de você, de mim, de nos.


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